Ser uno mismo en tiempos de disfraces permanentes

African man and Caucasian woman wearing black suits hiding face with masks
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Por más que nos vendan autenticidad en envases reciclados, lo cierto es que vivimos rodeados de máscaras: filtros en redes, discursos prefabricados, imágenes cuidadosamente curadas para parecer espontáneas.

Y en medio de todo eso, está la persona que somos cuando nadie nos mira, o cuando finalmente decidimos mirarnos con honestidad. Esa versión incómoda, contradictoria, brillante y vulnerable a la vez.

Ralph Waldo Emerson lo escribió hace casi dos siglos, pero sigue resonando como si lo hubiera posteado esta mañana: «Ser tú mismo en un mundo que constantemente intenta convertirte en otra cosa es el mayor logro.»

Y no es una frase linda para compartir los domingos por la tarde. Es una advertencia. Porque el mundo sí intenta convertirte en otra cosa, todo el tiempo. Te empuja a ser más productivo, más simpático, más estético, más rentable, más funcional. En definitiva: menos tú.

Ser uno mismo hoy no es un acto pasivo. No basta con decir “así soy yo”. Es una decisión incómoda, una forma de resistencia silenciosa que puede costarte relaciones, oportunidades, likes, trabajos e incluso pertenencias.

Pero también es lo único que puede darte paz real. No la paz de encajar, sino la paz de no traicionarte.Ser tú mismo no significa encerrarte en una identidad fija, como si te definieras una vez y para siempre. Significa habitarte, reconocerte en evolución, poder cambiar sin dejar de ser fiel a lo que te mueve por dentro.

Y eso, en estos tiempos de ruido y exigencias externas, es más revolucionario que cualquier discurso rebelde.No se trata de ser especial, ni de destacar, ni de convertir la autenticidad en una marca personal.

Se trata de aprender a vivir sin pedir permiso para ser. De dejar de editar tu risa, tu silencio o tus decisiones para que otros se sientan más cómodos.

Hay quienes pasarán la vida entera interpretando un personaje que no eligieron. Otros, con suerte, se atreverán a quitarse el disfraz, aunque sea un rato. Y unos pocos –muy pocos– harán de esa desnudez una forma de vida.

La pregunta es simple, pero arde:¿Qué parte de ti estás dejando afuera para ser aceptado?Y si la respuesta duele, vas por buen camino.

Porque ese es el primer paso para volver a casa. A tu casa: esa donde no hace falta fingir.

Nota Editorial

Esta columna corresponde a una opinión personal del autor/a y no representa necesariamente la postura editorial de ClickNews. Las afirmaciones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de quien las emite, en ejercicio de su libertad de expresión amparada por la Constitución chilena y tratados internacionales sobre derechos humanos.